miércoles, 3 de julio de 2013

¿PROBLEMILLAS? LEELO :)

¿Problemas? Sólo lee ésto

Se burlan de ti. Te miran raro.
 Cuchichean entre ellos mientras te observan de reojo.
 Saben que sufres. Lo saben perfectamente. 
Y disfrutan. Disfrutan con tu sufrimiento.
 ¿Por qué tiene que haber humanos tan crueles? 
Nunca entenderás por qué necesitan meterse con los demás para sentirse realizados y felices.
 ¿Qué, qué hay de bonito en hacer llorar a los demás? Te miran amenazantes, quieren hacerte daño.
 ¿Qué vas a hacer? 
Callarte y bajar la cabeza, cómo llevas haciendo tantos años.
 Sigues caminando cabizbaj@ y pasas delante de ellos.
 Se ríen por todo lo alto, triunfantes, contentos por ver que una vez más te han hecho agachar la cabeza.
 Parpadeas, quieres retener las lágrimas, pero no puedes. 
Te arden los ojos, te escuecen.
 ¿Qué ocurre?
 Ah, lo mismo de siempre.
 Notas cómo las lágrimas se deslizan por tus suaves mejillas.
 Ésto duele. Duele mucho.
 Te pasas la mano por las mejillas, intentas ser fuerte, olvidarte de éso, y te frotas tus preciosos ojos con fuerza, no, nadie debe verte llorar.
 Ya se ríen bastante de ti, no es necesario que lo hagan más.
 Te cruzas con otra "persona," si así podemos llamarla, y te lanza un insulto, con toda la cara del mundo.
 Notas que ése insulto te atraviesa la barriga cómo si de un cuchillo se tratase.
 Aprietas los ojos. Retienes las lágrimas.
 Te sujetas la barriga con dificultad, ésta te duele. 
¿Por qué tus entrañas se revuelven tanto a causa de una simple palabra, un simple insulto que te ha dicho alguien que encima, te desprecia? Maldices en voz baja y tratas de librarte de ése pensamiento, pero no lo logras. Se instala en tu mente, dejándote claro que no piensa marcharse. La gente se ríe levemente, y sabes que se ríen de ti. ¿Por qué los pasillos del instituto tienen que ser tan largos?
Estás sentad@ en tu pupitre, lápiz en mano y mirada gacha.
 No escuchas lo que dice el profesor. No escuchas a nadie.
 Simplemente te preguntas, "¿Por qué a mí?" No lo entiendes, eres una buena persona, nunca te metes con nadie, y aún así, no te dejan en paz. 
Y piensas que nunca lo harán.
 Te preguntas, "¿Hasta cuándo va a durar ésta tortura?" sin obtener respuesta.
 Los de la primera fila te miran sufrir y te dirigen miradas de satisfacción.
 Tú los miras con odio.
 Pero no abres la boca. ¿De qué te va a servir? Van a seguir tratándote mal igualmente. 
"¿En qué pensarían sus padres al tenerlos?" te preguntas. Deseas con todas tus fuerzas que se vayan para siempre, que desaparezcan del mundo y de tu vista. Pero sabes que no lo harán.
 Miras el reloj que cuelga de la pared, sólo quedan cinco minutos para salir de éste infierno.
 Cinco minutos que sabes que se te harán eternos, siendo acosad@ por las crueles y ruines miradas de aquellos que disfrutan viéndote llorar.
Por fin. Es hora de marcharse. A la seguridad y el calor de tu casa. Se acabó el sufrimiento por hoy.
 Relajas los hombros, dejas de estar tens@. Pero vuelves a encogerte cuándo los ves delante de ti por el pasillo, hablando entre ellos y caminando.
 Se giran para mirarte.
 Te dicen frases descorazonadoras. Te mueres por darles una bofetada, ¿verdad? Te mueres de ganas de hacerlo. Pero no lo haces. Te limitas a bajar la cabeza mientras ellos ríen y se divierten ante tu sufrimiento. Maldices en voz baja, de nuevo. Por fin, se alejan
. Ahora sí, estás tranquil@. Por lo menos ya no los tienes cerca, bien, las cosas van mejorando un poco. Te sientes mucho más libre y satisfech@ mientras ves cómo se marchan. Cada centímetro que se alejan de ti es una lágrima que no cae de tus ojos. Te tranquilizas. Por fin los tienes lejos. Pero el sufrimiento y la tristeza aún no han acabado, y lo sabes, eres consciente de ello.

Estás encerrad@ en tu habitación, sentad@sobre la cama. Unos cascos cubren tus orejas abrazas tu propias piernas,

 mientras una canción de tu cantante/grupo favorito resuena en los cascos cómo una salvación, entrando en tus oídos y haciéndote sentir un poco mejor y asilad@ de éste cruel mundo. De repente, te viene algo a la cabeza. Primero empieza de forma lenta, luego es cómo una avalancha. Una avalancha de recuerdos. De malos recuerdos. Recuerdas todas las veces en las que te han tratado mal, en las que se han reído de ti, en las que te has quedado al margen porque no te sabían aceptar... Notas algo en el estómago y cómo los ojos te pican. Te los frotas a toda velocidad. No, no vas a llorar otra vez. Pero es que, te sientes tan desgraciad@... Sientes que nadie te entiende, que todos están en contra tuya, que todo el mundo te quiere hacer daño. Te sientes sol@, por el mero motivo de que un puñado
 de personas sin corazón quieren ver cómo te derrumbas. Has intentado levantarte tantas veces... Y has vuelto a caer, lo intentas, claro que lo intentas, estás haciendo todo lo posible por salir de éste pozo sin fondo, pero tu cuerpo pesa cada vez más y más, hinchado de tristeza, y aquellos que quieren verte sufrir tiran de ti hacia abajo, queriendo arrastrarte con ellos hacia lo más profundo de éste pozo de oscuridad infinita. No te das cuenta, pero algo líquido está
 empapando tu mejilla. Decides dejar que fluya. Necesitas desahogarte. Necesitas llorar. Necesitas un abrazo. Pero, ¿quién va a dártelo? No le quieres contar nada a tu familia para no preocuparla,
 pero... te sientes despreciado por todos, o por casi todos, sabes que mañana todo seguirá igual, cada día será una rutina de sufrimiento y 
de constantes burlas. Si te tratan tan mal será porque lo mereces, ¿no? Te sientes mal. Te rascas con fuerza ambos
 lados de la cabeza. Las lágrimas no dejan de caer. ¿Cuándo acabará todo ésto? ¿Durante cuánto tiempo tendrás que seguir sufriendo? ¿Cuánto va a durar ésta agonía, ésta tortura que te está matando poco a poco? ¿Queda mucho? Porque ya estás pensando en acostumbrarte y todo... 
Un momento. De repente, sin saber cómo, un tenue

 rayo de luz clara y pura ilumina las tinieblas de tu mente. Tu corazón se llena de algo. ¿Qué es? ¿Esperanza? Cómo si algo
 los hubiera arrasado, los malos pensamientos van 
desapareciendo poco a poco. Te vas relajando y tus ojos dejan de tener fugas de lágrimas saladas. Te lames los labios, tu
 cara está empapada. Has llorado mucho, ¿eh? Pero ahora... Ahora una increíble sensación de bienestar te invade por dentro. Tu cerebro cambia el rumbo y entonces, todos tus buenos recuerdos 
llegan hasta tu mente. De golpe, recuerdas todas 
las veces que hiciste sonreír a alguien. Recuerdas todos
 los buenos actos que cometiste desinteresadamente. 
Recuerdas todo lo que has hecho bien. Y de repente, 
caes en la cuenta... ¿Y si el remedio para evitar el sufrimiento... estuviera en ti mism@? De repente, recuerdas cómo te insultaban aquellos seres sin corazón. Pero, ¡qué raro! Ya no te sientes mal al recordarlo, es más, te es indiferente. Piensas: has hecho sonreír a gente. ¡Qué demonios! Es en ése instante cuándo te das cuenta de algo: vales tu peso en oro. Sin saber por qué, ahora te sientes muy feliz y a gusto contigo mism@. Te das cuenta de éso, de que eres una persona muy valiosa. No puedes evitar reprimir una sonrisa. Te quitas los cascos y te levantas de tu cama. Sientes en tu interior una gran sensación de paz, de calma, de alegría. Te sientes bien, simplemente. Ahora eres feliz. Te diriges al espejo. Te miras. Eh, tú. ¡Sí, tú! Tienes una cara preciosa, ¿lo sabías? Admiras tus ojos. ¿Quién sabe cuántas personas podrían desear tener unos ojos cómo los tuyos? Están un poco rojos y humedecidos de tanto haber llorado, pero éso no les quita mérito. Son preciosos. Quédate admirándolos. Siéntete a gusto con ellos. Posa ante el espejo, admira todos tus rasgos, eres guapísim@ y ahora es cuándo te das cuenta. ¿Cómo es que no lo has notado antes? ¡Si salta a la vista que tu belleza interna se transmite al exterior! Ya te has hartado de mirarte, de contemplarte, de sonreír. Estás resplandeciente. Vuelves a la cama y te tumbas boca arriba. Estás muy cómod@, pero no sólo por el calor y la blandura del colchón, sino porque también estás cómod@ con tu forma de ser. Te has aceptado tal y cómo eres. ¿Qué no te das cuenta? ¡Vales muchísimo! Y es ahora cuándo lo notas, de repente te sientes imparable, fuerte, te sientes bien y a gusto. Recuerdas una vez más, los insultos que la gente te profesaba. Pero de nuevo, no te molestan. Te son indiferentes, cómo si por un oído te entrara y por otro te saliera. Te das cuenta de que eres una persona maravillosa, y es ahora cuándo sabes que lo seguirás siendo para siempre, digan lo que digan los demás.
Ha comenzado un nuevo día. Llegas al instituto. Te insultan. Sonríes al notar que los insultos ya no te afectan. Tus ojos brillan de felicidad en vez de llenarse de lágrimas. Tus labios sonríen en vez de temblar. Tu cabeza se levanta en vez de agacharse. "¿Qué le ha ocurrido, por qué no llora?" se preguntan los que te han insultado. Te limitas a mirarlos con gratitud. Sí, sí, gratitud. Gracias a sus insultos, te has hecho más fuerte. Y a medida que se metan contigo, más fuerte te harán. Has creado un escudo en contra de los insultos, ahora estás totalmente protegid@ y no te importa lo que piense la gente de ti, ¿por qué? Porque te has dado cuenta de lo mucho que vales.
Ahora quiero que me hagas un pequeño favor.
Quiero que sonrías.
Tú eres maravillos@. Éso es algo que jamás debes olvidar. Nunca te olvides de quién eres. Porque tú eres perfect@ a tú manera. La perfección no existe, no. Pero tú la rozas.

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